
El término de la Segunda Guerra Mundial (1945) generó muchas consecuencias para EE.UU., entre las cuales podemos mencionar la consolidación de una poderosa industria manufacturera y que gracias a “Ley de Préstamos y Arriendos” se enriquecieron, vendiendo armas y prestando dinero a los otros combatientes (Reino Unido o Unión Soviética). Se estimaba que los EE.UU. concentraban el 50% del PIB mundial con menos del 7% de la población.
Pero todo esto no era bueno, ya que una economía como la americana, que precisaba el consumo de mercados fuertes y robustos, corría el riesgo de colapsar como consecuencia de la desmovilización de los soldados que regresaban del frente y el consiguiente fin de la producción bélica, cuya transición a la civil no es inmediata. Para evitar lo anterior era necesario abrir nuevos mercados, forzar la apertura de otros y de sus colonias (Reino Unido y Francia); y con ello abrir nuevas oportunidades de inversión. Eso explica en parte el Plan Marshall destinado a la reconstrucción de Europa de post-guerra.
Sin embargo, los EE.UU. no esperaron el término de la “Segunda Guerra Mundial”, y en julio de 1944, durante la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas realizada en Bretton Woods, se creó el “Fondo Monetario Internacional” y el “Banco Mundial”, para el fomento de la cooperación monetaria, el crecimiento equilibrado del comercio internacional, apoyar la estabilidad de cambios, aportar fondos vía préstamos y ayudar a establecer un sistema multilateral de pagos.
En 1973. y como consecuencia del apoyo occidental a Israel durante la guerra de “Yom Kipur”, los países árabes decidieron boicotear la exportación de petróleo a EE.UU. y Europa, lo que gatilló la “crisis económica internacional de 1973”.
Dicho boicot provocó un aumento en el precio barril de petróleo, además de presiones inflacionarias y la consiguiente recesión económica. Este hecho motivó al secretario del Tesoro estadounidense de la época a reunirse con sus pares europeos para coordinar las medidas necesarias para hacer frente a la crisis, constituyendo el antecedente inmediato de lo que conocemos actualmente como G-7, cuyos miembros actualmente son: EEUU, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá.
Hoy el G-7, como indica www.globalcitizen.org, “es un formidable foro político mundial. El grupo incluye siete de las nueve mayores economías del mundo, siete de los 15 países con mayor riqueza per cápita, siete de los 10 principales exportadores y siete de los 10 principales donantes a las Naciones Unidas.”
En términos declarativos busca la promoción de la democracia, la economía de mercado, el respeto de los derechos humanos y del derecho internacional. Pero en términos prácticos, tiene la capacidad de determinar la agenda internacional, particularmente durante las crisis mundiales, con influencia determinante en organizaciones e instituciones internacionales. Por ejemplo:
1.- Todos los G-7, salvo Japón, pertenecen a la OTAN.
2.- EE.UU., Reino Unido y Francia son potencias nucleares y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (los otros miembros son Rusia y China).
3.- Alemania, Francia e Italia son las principales economías de la Unión Europea.
4.- Reino Unido reúne a la Mancomunidad de Naciones, que incluye países como Canadá, Australia o Nueva Zelanda, entre otros, similar caso pasa con Francia con su política de francafrica, y un largo etc.
Así todo Rusia participó en dicho grupo entre 1998 y 2014, fecha que se denominó G-8, hasta que fue marginado por haber invadido Crimea.
Actualmente, la “Unión Europea” participa en las reuniones del G-7 sin ser miembro, pero con un evidente peso en la economía y política mundial. Un hecho que merece ser mencionado, por el efecto que pudo tener, son las discusiones que hubo para expandir el grupo que incluyó el apoyo de candidaturas por parte Rusia de China, India o Turquía.
Como señalábamos, después de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. creó un sistema financiero mundial conforme a sus intereses, aspecto que le ayudó y utilizó durante la “Guerra Fría”.
Cuando se produce el colapso de la Unión Soviética en 1991, EE.UU. se erige como “la superpotencia predominante” y se pasa de un mundo bipolar a uno de tipo unipolar, una suerte de “pax americana”, donde ninguna nación puede desafiar el modelo de Washington.
Sin embargo, a mediados de los años 90, surge en Rusia la “Doctrina Primakov”, nombre del canciller ruso de la época, que sostenía una alianza entre Rusia, India y China (RIC), que denominó “triángulo estratégico”; y cuyo objetivo era actuar como contrapeso a la influencia norteamericana y por extensión al G-7.
Esta alianza aprovechaba el ascenso de China, cuyos intereses geopolíticos en el Asía-Pacifico contradecían a los norteamericanos y sus aliados (Japón, Corea del Sur, Taiwán y Australia) y; por otra parte, la presencia de India permitía darle una connotación multilateral. Recordemos que India junto a Egipto, Yugoslavia e Indonesia promovieron la conferencia de Bandung (1955), que fue la antesala del movimiento de los países no alineados durante la guerra fría.
En el año 2011, el director del área de Economía Global, Jim O´Neill, usó por primera vez el acrónimo “BRIC”, para designar los países que serán potencias emergentes hacia el año 2050 (Brasil, Rusia, India y China). En el año 2010 se unió Sudáfrica al grupo cambiando el acrónimo a BRICS.
Un aspecto relevante de destacar es que los Países del BRICS tienen territorios, población y recursos naturales importantes. Rusia, China e India son potencias nucleares y los dos primeros integrantes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Por otra parte, Brasil y Sudáfrica son potencias regionales.
En el caso brasileño, es la mayor economía del MERCOSUR y, por su parte, Sudáfrica destaca como la economía más desarrollada de África. Para el año 2050 se espera que China e India sean las mayores economías en función del PIB, relegando a EE.UU. al tercer lugar.
Entonces pareciera ser comprensible que los BRICS busquen la reforma del sistema financiero mundial que, en cierto modo, está controlado por el G-7. Esta aspiración se materializó el año 2015 cuando se crea el “Nuevo Banco de Desarrollo”, con sede en Shanghai; y cuya función principal es financiar proyectos de infraestructuras y desarrollo sostenible de los Estados miembros y de economías en desarrollo, convirtiéndose en una directa competencia y alternativa del “Fondo Monetario Internacional” y del “Banco Mundial”.
Recordemos que uno de los objetivos de Brasil es la “desdolarización” del comercio mundial, aunque China ha sido ambigua en el punto. Actualmente, las economías BRICS representan el 25% del PIB global, el 42% de la población y más del 16% del comercio mundial, mientras las economías del G7 representan más del 45% del PIB mundial, aunque sólo cuentan con el 10% de la población total.
Hoy China e India se alzan como las principales potencias económicas en la segunda parte del Siglo XXI; y esto conlleva necesariamente a una mayor influencia geopolítica en el Indo-Pacifico. Por eso el “Nuevo Banco de Desarrollo”, tiene un foco en las economías emergentes del sur global y reflejó muy claramente el multilateralismo inclusivo que pregona el BRICS como una forma de contrapesar la influencia del G-7.
La reciente cumbre del BRICS en Johannesburgo (2023) fue una clara demostración del multilateralismo inclusivo del grupo al integrarse: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto, Etiopia y Argentina. Una rápida revisión permite observar que son países con una gran población (Egipto, Etiopia y Argentina), grandes productores de petróleo (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Irán), Integrantes de la Liga Árabe (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto), miembros de la OPEP (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Irán), miembro de la OEA y MERCOSUR (Argentina) y miembros de la Unión Africana (Egipto y Etiopia).
Sin embargo, el BRICS no tiene una institucionalidad permanente y más responde a intereses propios de países que aspiran a tener un mayor protagonismo a nivel mundial. Por ejemplo, mientras Brasil y Sudáfrica buscan satisfacer sus intereses de desarrollo nacional, China y Rusia quieren disputar geopolíticamente con EE.UU. En cambio, India participa en el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, también conocido como Quad, que es un foro estratégico informal de tipo militar en donde participa EE.UU., Japón, Australia e India, con una evidente mirada a China, esto a pesar de la estrecha relación que tiene con Rusia en la compra de equipos militares.
Entonces, los BRICS no son un grupo monolítico… no todavía y sólo existe por la conveniente diplomacia sujeta al interés nacional de cada Estado.
En el caso de Chile, debemos recordar que su Política Exterior propicia el respeto al derecho internacional, la promoción de la democracia, el respeto a los derechos humanos y la responsabilidad de cooperar.
Asimismo Chile es parte la APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation ) y fue un impulsor del TPP11; y esto no es casual, porque siendo un país pequeño, sólo el ejercicio del derecho internacional en todas sus dimensiones permitirá sortear los nuevos desafíos.
La reciente incorporación de Argentina al BRICS involucra más al MERCOSUR, lo que hace más difícil de desentendernos de las disputas entre las viejas potencias del Occidente liberal (G-7) y las nuevas potencias del Sur Global (BRICS).