¿Qué estamos esperando?
Hrvoj Ostojic Peric, presidente Cordetur y director Revista IqueIque
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Es evidente y está ante nuestros ojos que la gente no hace lo que debe y las autoridades lo permiten.
Cada día, más y más conductores no respetan los semáforos, los discos pare y los ceda el paso, estacionándose en cualquier lugar aunque esté prohibido.Cada día, las personas ensucian su entorno, no limpian sus casas, no las pintan.
Las empresas no cooperan en la limpieza externa de sus locales y menos los hermosean. Iquique estuvo mucho mejor después de la crisis salitrera del año 1920, porque la gente demostró querer la ciudad y la mantuvo, a pesar de la pobreza, limpia.
El día de hoy, la ciudad no es querida y más aún se esfuerzan en afearla más y más.
Para qué hablar de la Plaza Prat, que echa de menos los lindos floripondios que no solamente la hermoseaban, sino que le daban un rico aroma al entorno (hasta que algunos extraviados los usaron para drogarse), no como la actual, que está sucia y lleva de malos olores, como fecas, orines, entre otros; y donde las personas en situación de calle usan sus piletas para bañarse ¡con jabón! en ellas.
Vemos con preocupación que la desidia parte desde la más tierna infancia.
Al pasar por calle Baquedano vemos que en un colegio, los alumnos no son capaces de limpiar ni las ventanas de su sala de clases y menos las de la fachada del edificio.
Que nostalgia recordar que mientras Iquique languidecía en su crisis post salitrera, los alumnos del antiguo Liceo de Hombres empetrolaban o aún enceraban sus vetustos salones, para que se vieran un poco mejor que lo que eran.
Si no somos capaces de cuidar nuestro centro formativo, en el cual pasamos un largo periodo de vida, qué podremos esperar de cuidad algo que queda al paso, como una calle, una plaza, un juego infantil.
Es tal la situación de abandono, que hace pensar que somos algo parecido a un pueblo salitrero abandonado después de la crisis. No es posible que sigamos así. Las autoridades deben ir a golpear puertas: de las empresas, de las mineras, de las entidades bancarias, etc, etc, para que ellas se metan la mano al bolsillo y saquen un poco de sus ganancias para entregarla a la ciudad que, con un poco de pintura, mostraría una imagen diferente a los turistas que nos visitan.
Debemos decir basta al comercio callejero, persiguiendo no al que vende, sino al que lo abastece. Existen medios tecnológicos para llegar al proveedor que entrega mercadería, probablemente vendida a través de canales ilícitos.
Las autoridades deben hacer su trabajo y no ser meros espectadores o, lo que es peor, estar a la espera de que les llegue una denuncia.
Ya no se sabe qué pensar: o tenemos gente que no quiere su entorno, no le importa, no sabe qué hacer o, simplemente, la apatía e ignorancia se ha apoderado de ellos.
Si lo dicho anteriormente se generaliza y no actuamos, estaremos condenados a un aumento de todo: delincuencia, suciedad, abandono, desidia, corrupción, entre tantos otros males.