Opinión

A 50 años del Golpe Militar

Juan Carrizo, Presidente Regional Partido Socialista de Chile

En el marco de los 50 años del golpe cívico-militar que quebrantó la democracia de nuestro país aquel fatídico 11 de septiembre de 1973, hemos conmemorado recientemente el Día del Detenido Desaparecido.

Este día, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 21 de diciembre de 2010, fue en razón de los masivos asesinatos cometidos por las dictaduras, como consecuencia de reiterados golpes militares en todo el mundo.

Chile no ha sido la excepción, a raíz del cruento golpe de estado causado por la Junta Militar, comandada por el dictador Augusto Pinochet. Se instaló, entonces, el terrorismo de estado que tenía como finalidad el asesinato, tortura y violación de los partidarios del Gobierno de la Unidad Popular del Presidente Salvador Allende, democráticamente electo.

Como resultado de esa salvaje operación, miles de chilenos indefensos fueron asesinados, muchos de los cuales son detenidos desaparecidos hasta la fecha, constituyendo una herida que no ha cerrado y que ha provocado el dolor de miles de familias. Lo anterior ha sido constatado por las comisiones Rettig y Valech.

Al comienzo, se habló de 1.210 detenidos desaparecidos, 79 mapuches, 60 extranjeros, 54 menores de edad; cifra corregida posteriormente a 2.298; y hoy está sobre los 3.000 detenidos desaparecidos. Las cifras van cambiando periódicamente, al conocerse nuevas situaciones.

Según Amnistía Internacional, la desaparición forzada es un crimen político que se inicia con la ejecución de una persona, pero que se consuma con el olvido de las víctimas.

Por esta razón, una sociedad jamás encuentra paz hasta que se recuperan los cuerpos y, junto con ello, conocer la verdad.

La negación de lo ocurrido, el olvido de las personas ejecutadas o la relativización del dolor son formas de complicidad o participación en este crimen atroz.

A 50 años del Golpe de Estado, debiese ser normal escuchar voces de rechazo a las violaciones de Derechos Humanos perpetradas entre 1973 y 1990. Pero, contrariamente a lo anterior, vemos que las Fuerzas Armadas adoptan una posición intencionalmente ambigua en esta materia.

Se han negado a entregar información sobre el paradero de las víctimas, adoptando pactos de silencio que en nada contribuyen a la paz social y avanzar hacia un verdadero “Nunca más”.

Durante el golpe cívico-militar de 1973, la Región de Tarapacá tampoco estuvo ajena a esta situación. Durante ese periodo, cientos de compatriotas fueron detenidos y llevados al campo de prisioneros políticos en la localidad de Pisagua, donde muchos de ellos fueron asesinados y sus cuerpos hechos desaparecer.

Entre las víctimas, se encuentran en calidad de detenidos-desaparecidos, 15 compañeros socialistas y la casi totalidad de la dirección regional del partido en ese periodo.

A estos mártires de la intolerancia, del fanatismo criminal, que considera como una opción válida la eliminación física de sus oponentes por pensar diferente, recordamos con emoción y cariño; y junto con ello reanudamos nuestro compromiso de búsqueda permanente de sus cuerpos y no olvidarlos jamás… porque “lo que se recuerda nunca muere”.

Lo ocurrido en esa época trágica para nuestra historia nos debe hacer reflexionar profundamente como sociedad.

Hay que señales que indican que no marchamos en la dirección correcta en el respeto a los Derechos Humanos. Observamos con preocupación la conducta negacionista de estos horrorosos crímenes de lesa humanidad por parte de sectores de la derecha chilena, que han sido condenados por todos los organismos de justicia internacional y los tribunales chilenos.

Es por ello que se hace necesario una ley contra el negacionismo, tal como ocurrió en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. En ese país, en razón de los repudiables crímenes cometidos por el nacismo contra miles de indefensas personas, nadie se atrevería a realizar una apología de Hitler sin recibir un castigo severo.

Sin embargo, aquí en Chile, y con una desvergüenza y falta de pudor increíble, sectores de derecha, en medio del dolor de los familiares de Detenidos Desaparecidos, llegan a considerar a Augusto Pinochet como un estadista, un demócrata, ocultando lo que fue en realidad este funesto personaje en la historia de Chile: un traidor, asesino y ladrón.

Por todo lo anterior, es necesario repudiar esas conductas que conducen hacia una involución de la humanidad, que significa que cuando a voluntad de ciertos sectores políticos por conservar sus privilegios, se pueden desechar los cauces democráticos y se justifica eliminar o asesinar a un adversario.

Para todos los que bregamos por un cambio social, esas conductas de la derecha deben constituir una gran advertencia a tener en cuenta como sociedad.

Por otra parte, y en ese contexto, valoramos la decisión del Presidente Boric de crear un Comité Permanente de Búsqueda de los Detenidos Desaparecidos, con la finalidad de conseguir la anhelada verdad y justicia, especialmente, para nuestros compañeros socialistas asesinados, con nuestro recuerdo y compromiso permanente por los Derechos Humanos, siempre estarán con nosotros. Honor y Gloria!

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