Salar de Llamara, origen de la vida

El desierto de Tarapacá sigue siendo un territorio que, en cada espacio, maravilla con lugares únicos y sorprendentes.
Tal es el caso del Salar de Llamara, una cuenca hidrográfica que asoma en la inmensidad del desierto, custodiada por algunos cerros y un paisaje donde el horizonte se funde con el cielo.
Ubicado a 180 km al sur de Iquique, en la Reserva Nacional Pampa del Tamarugal, llegar hasta el lugar es una larga travesía por la Ruta Panamericana, para luego adentrarse en el desierto por un camino de tierra para, a lo lejos, divisar esta maravilla de la naturaleza, considerado uno de los pocos salares de relevancia científica internacional.
Su forma representa una verdadera laguna cubierta por un manto blanco (sales) y con cuerpos de agua superficiales (puquios), que van desde un verde al azul del cielo. Sin embargo, es en ese paisaje donde se encuentra lo más preciado de Llamara: los Estromatolitos, el origen de la vida.
De acuerdo a diversas investigaciones científicas, los estromatolitos son asociaciones de algas y bacterias con forma de roca, crecen en capas atrapando las sales del medio acuático que los rodea. Su existencia representa el registro fósil más importante de la existencia microbiológica.
Fueron estas formaciones las que hace 3.600 millones de años permitieron que hubiese vida en la tierra. Ello, porque las cianobacterias de los estromatolitos son las responsables de captar carbono y nitrógeno del agua, reciclar nutrientes y generar oxígeno, proceso que llevó a modificar la composición de la atmósfera y los océanos, para dar paso a la evolución de las distintas formas de vida en el planeta.
Es por ello que dada su importancia para las ciencias geológicas, el Salar de Llamara fue declarado en octubre de 2022 como Patrimonio Geológico Mundial, por la Unesco y la Unión Internacional de Ciencias Geológicas, transformándose así en uno de los 100 sitios del planeta que ostentan este reconocimiento.
A la par de su importancia científica, lo cierto es que el Salar de Llamara también representa un mudo testigo de las antiguas culturas que habitaron este territorio, quienes utilizaron lo que les brindaba la madre tierra para sobrevivir al agreste Desierto de Atacama, el más árido del mundo.
El lugar, que tiene la categoría de área silvestre protegida, se encuentra bajo la administración de Conaf, que cuenta con un Centro de Educación Ambiental (Cedam) y un sendero en el sector de los puquios, que permite promover la educación ambiental de este patrimonio natural a los visitantes.
Sin embargo, la extracción de agua en el área, por más de una década, para las actividades de la gran minería han ocasionado un deterioro ambiental, que pone en riesgo a los puquios y la vida microbiana que existe en el salar.
Hemos de esperar que se adopten las medidas necesarias por las autoridades, para que este Patrimonio Geológico continúe siendo un espacio donde yace el origen de la vida.
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