Las historias desconocidas que sucedieron el 14 de febrero de 1879
Ana Olivares Cepeda, Vicepresidenta Los Viejos Estandartes® Antofagasta

¿Sabemos qué celebramos el 14 de febrero?
Cada 14 de febrero, la comunidad antofagastina se ve envuelta en una mezcla de festejos y ceremonias que confunden los reales orígenes de celebración de esta fecha.
En primera instancia, tenemos la conmemoración del desembarco pacífico de las tropas chilenas y reivindicación de la ciudad a territorio chileno, acción que respondió al incumplimiento de un tratado vigente con Bolivia, que señalaba que no habría alzas en los impuestos de extracción de salitre en la zona. Este movimiento militar marca el inicio de la 1ra Campaña de la Guerra del Pacífico.
La segunda instancia festiva tiene que ver con la celebración municipal del “Día de Antofagasta”, instaurado por el alcalde Juan de Dios Carmona en 1948. El fin de definir esta fiesta estaba lejos de herir sentimientos a los hermanos bolivianos y manifestaciones chauvinistas, sino que más bien resaltar “una limpia exaltación patriótica, de fuerza creadora y de alegría”, según lo que señalaba Carmona. Es una fecha que destaca el espíritu localista y luchador de quienes habitamos el desierto.
Por otra parte, es importante aclarar que tampoco es la fecha de fundación de la ciudad, ya que ésta se concretó bajo administración boliviana un 22 de octubre de 1868. Es decir, ya cumplimos 156 años.
Y, finalmente, la tercera celebración responde a un día netamente comercial, el famoso Día del Amor.
Pero volviendo a la fecha original, los nombres de los chilenos como Coronel Emilio Sotomayor Baeza y Nicanor Zenteno, entre otros; se repiten en los discursos y homenajes cívicos militares. Sin embargo, se pasa por alto los nombres de dos mujeres que fueron protagonistas aquel viernes 14 de febrero de 1879 y que también hicieron historia.
Una de ellas es Genoveva Ríos, niña boliviana de 14 años, hija del Comisario de Policía boliviana, Clemente Ríos. Según relatos históricos de Bolivia, la joven Genoveva al ver en peligro sus símbolos patrios, siente la necesidad de proteger la última bandera de su país que aún se mantenía izada en la Intendencia. Entre los festejos de la población chilena que era mayoritaria en la ciudad, corre presurosa para rescatarla y esconderla entre sus ropas y, luego, buscar refugio junto a su padre y demás autoridades bolivianas en el consulado peruano.
Este emblema se mantuvo en la familia hasta los años 60s. Hoy en día, esta bandera se encuentra en el Museo de la Sociedad Geográfica y de Historia de la ciudad de Sucre, Bolivia.
La segunda fémina presente aquel día es la chilena Irene Morales Galaz de 31 años, quien enfurecida por la reciente pérdida de su pareja, Santiago Pizarro, por fusilamiento bajo la mano de la policía boliviana, se une a las manifestaciones de la población luego que se produjera el desembarco de las tropas chilenas. Empoderada con los festejos, es alzada por la misma multitud frente a la prefectura boliviana, alcanza su escudo nacional y lo lanza al suelo para romperlo a patadas.
Este hecho que es muy criticado por los historiadores bolivianos por razones obvias, es un tanto omitido por los nuestros. Si bien, hasta ese momento, Irene Morales era una más de las chilenas que vivían en el puerto antofagastino, desde que se produce el fusilamiento de Pizarro, toma un protagonismo que alcanza su punto máximo batiéndose como soldado y cantinera durante las diferentes campañas de la Guerra del Pacífico.
Su primera motivación para enlistarse como soldado hombre fue la venganza. La guerra le daba la oportunidad de descargar la ira acumulada desde junio de 1878, cuando Pizarro es tomado prisionero y luego sometido a un Consejo de Guerra que determina su culpabilidad por dar muerte a un colega músico de la banda de música boliviana.
Se entiende que la arrebatada actitud de Morales responde a su manera de manifestar su rabia por la injusta muerte de su esposo ocurrida el 24 de septiembre de 1878, ya que el indulto solicitado por la misma Irene al presidente boliviano, Hilarión Daza, se da a conocer después del fatídico acto.
La llegada de las tropas chilenas a Antofagasta la impulsan a enlistarse como combatiente hombre al Ejército chileno. Debido a que fue rechazada inicialmente por ser “mujer”, no se da por vencida y se las arregla para hacerse pasar como varón y burlar todas las inspecciones por varios meses. Durante ese tiempo destaca por su valentía y arrojo hasta que es reconocida como cantinera, mujer soldado y enfermera de la Guerra del Pacífico.
Podemos decir, entonces, que Irene Morales Galaz fue la 1ra mujer soldado de la gesta de 1879.
Hoy, al cumplirse 145 años de aquel viernes 14 de febrero de 1879, reconocemos que la historia también la hacen y escriben las mujeres. Tanto Genoveva como Irene, desde sus propias trincheras, son consideradas heroínas debido a sus valientes acciones en un día álgido compartido por Chile y Bolivia. Destaco que Genoveva cuenta con un monumento en su país, no así nuestra Irene.
Antes de finalizar esta columna, quisiera compartir la alegría de celebrar los 10 años junto a la Agrupación Histórica Patrimonial “Los Viejos Estandartes® Antofagasta, fundada un 14 de febrero del 2014.
Sin duda, han sido años de crecimiento personal e institucional. Dentro de nuestros logros están las investigaciones que Memoria Chilena y el Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional han considerado y, por supuesto, obtener la promulgación de la Ley 21.466, que establece el 27 de noviembre como el Día Nacional de la Cantinera.
Gracias a nuestros seguidores e instituciones que se han vinculado con nosotros para poner en valor a la sociedad civil que participó en la Guerra del Pacífico.