Potencial turístico de Tarapacá
Hrvoj Ostojic Peric, presidente de Cordetur y director Revista IqueIque

En este viaje, decidimos probar suerte con el clima, ya que desde hace unos días había estado lloviendo y nevando en el altiplano, lo que nos podría permitir encontrar una vegetación más limpia, debido al agua caída.
No nos equivocamos y el espectáculo que se mostró a la vista fue claro y brillante, con las montañas coronadas de nieve y la vegetación con sus hojas recién lavadas.
Definitivamente, los cambiantes paisajes de Tarapacá subyugan al visitante, que pasa desde la costa bañada por el profundo azul del océano, a la tórrida sequedad de la pampa, comenzando desde allí la transición vegetal de los distintos estratos altitudinales, hasta llegar a la mismísima puna, que nos regala visualmente su paja brava, sus exclusivos animales como las vicuñas y los suris, entre tantos otros y su bella flora resistente a las inclemencias del tiempo.
Esos cambios sucesivos encantan de tal manera, que hacen soportar los efectos de la presión atmosférica en continuo descenso.
Llegamos a Mauque, después de recorrer una verdadera carretera del miedo en que se ha convertido la que va de Huara a Colchane. Es una vía que, a pesar de soportar un alto tráfico, una empresa le removió gran parte de su carpeta asfáltica y luego se declaró en quiebra, dejando un ambiente con mucho polvo en suspensión, semejante a la camanchaca, que impide la visibilidad haciéndola peligrosa, sumándose a ello una gran cantidad de hoyos que aumentan la dificultada de recorrerla.
A pesar de lo anterior, el altiplano es magnánimo en mostrar todo su esplendor, tanto paisajístico como faunístico, que contribuye a liberar tensiones y así disfrutar del viaje.
Los animales también se muestran generosos, al desplegar toda su belleza, tanto por su colorido como por su vuelo o marcha.
Es así como pudimos ver varios tipos de patos, pitíos (Colaptes rupícola) y huairavos (Nycticorax nycticorax) volando, colegiales (Lessonia oreas) canzando, flamencos (Phoenicoparrus jamesi) volando; así como suris (Rhea pennata tarapacensis) con crías, piños de vicuñas (Vicugna vicugna) y las infaltables llamas (Lama glama) y alpacas (Vicugna pacos).
Los viajes nunca son iguales a otros, porque siempre hay algo que los hace diferentes, como el clima, los encuentros con animales realizando actividades nunca antes vistas, etc.
Al retornar, siempre aparece algo que hace que uno quiera regresar, como el cruzarse con aguiluchos, caranchos, pericos cordilleranos, grupos de suris; y otras tantas sorpresas que se mantienen ocultas en el altiplano al visitante que quiere volverlas a ver.