Opinión

¡El futuro al que nos dirigimos y que no queremos!

Hrvoj Ostojic Peric, Presidente Centro Cultural Doña Vicenta

¡Ya estamos comenzando el año 2025 y aún no vemos una luz en el oscuro túnel que está recorriendo Tarapacá!

Parecerá que estamos comenzando el año con una negativa visión de nuestro futuro, pero no es así, ya que solamente constatamos los hechos que nos llevan directo a un despeñadero. Lo que estamos haciendo es mostrar eventos que se han producido en el pasado, los que están ocurriendo en el presente y anunciar los que vendrán a futuro.

Lamentablemente, las soluciones están lejos de ser evaluadas correctamente y menos aún resueltas, porque falta una voluntad política aunada en la búsqueda de un cambio de paradigmas profundo que está lejos, muy lejos, de querer ser aplicado.

Me refiero a cambios necesarios para el país y la región, que no van a ser aceptados de buenas a primeras, porque eso significaría una transformación profunda en múltiples aspectos. Pero, como dijo Herbert Marcuse: ¡Seamos realistas, pidamos lo imposible! Quisiera referirme sólo a tres de ellos, a pesar de que hay otros más:

1. Que las empresas tributen en la región donde tienen la o las faenas. Eso significaría cambiar de raíz el mapa económico del país y el mejoramiento absoluto de las regiones.

2. Que las empresas mineras terminen con el sistema de turnos. Esto permitiría el mejoramiento de las condiciones sanitarias, educacionales, poblacionales, entre tantas otras y, lo más importante, crearía una masa crítica que podría luchar en pro de una región que en la actualidad no sienten suya. Es decir, se crearía una sensación de pertenencia que hoy no tenemos.

3. Terminar con el sistema de pilas de lixiviación en la pampa salitrera. Esto haría cesar la colocación de incontables metros de mangueras plásticas de gran diámetro, que transportan químicos por la pampa y con la fabricación de miles de pilas de lixiviación, las que continuarán construyéndose, hasta terminar llenándola con estas montañas de tierra estéril, sepultando bajo ellas, valiosa historia tarapaqueña, como la militar, arqueológica y salitrera, entre otras.

Ojalá existieran autoridades que solo pensaran y se jugaran por el presente y futuro de nuestra región y lucharan por esto y más, sin preocuparse por los votos que podrían recibir por su accionar, ni en un futuro puesto político más.

Aún no hemos encontrado gente que quiera hacer de verdad a este país más parejo y no como el de ahora, donde somos esclavos de un centro, que decide en el nombre de las regiones, aprovechándose de los pocos habitantes que éstas poseen y cuya voz es opacada por la mayoría, que vive y controla desde allá.

Nos lucimos mostrando los altos sueldos que, en promedio, se ganan en nuestra región y el alto PIB que generamos, pero que no se gasta en ella, pero no queremos darnos cuenta que figuramos en los últimos lugares en niveles de educación, salud, empleo y otros, convirtiéndonos en una de las regiones que menos capacidad de generación y retención de sus cerebros tiene.

Aún nos pena el dicho de un presidente boliviano cuando dijo en 1879 que “el desierto abruma” y no quiso seguir marchando por él. ¿Será lo que les sigue ocurriendo a los sureños, cuando vienen a nuestra región?

Deberíamos repensar nuestro país, para salir de la mediocridad en la que nos encontramos y considerar nuevamente una solución federalista o algo parecido, para así lograr independizar nuestro futuro del gobierno central, que nos oprime y asfixia.

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