Opinión

La mujer y la bandera en el Combate de Concepción

Ana Olivares Cepeda, Vicepresidenta de Los Viejos Estandartes® Antofagasta

En honor a los caídos chilenos en el Combate de Concepción (1882), durante la Guerra del Pacífico, es que desde el año 1939 se instaura en Chile el Juramento a la Bandera, donde cada 9 y 10 de julio miles de chilenas(os), en un acto solemne frente al emblema patrio, juran lealtad y protección a su país hasta ‘rendir la vida si fuese necesario’.

Después de entrar victoriosos ocupando Lima y alrededores en enero de 1881, el ejército chileno creyó que la guerra terminaría pronto. Sin embargo, ésta se prolongó por 3 años más y la tropa comenzó a sufrir la carencia de todo tipo de elementos básicos de sobrevivencia como la comida, agua, vestimenta, incluso, medicamentos.

Las enfermedades como el tifus y viruela fueron fatales para los contagiados. En este escenario se encuentra Ignacio Carrera Pinto y sus chacabucanos y un lautarino. Si bien las Cantineras, mujeres enfermeras y soldados, fueron dadas de baja en 1881 y, por tanto, en su mayoría regresaron a Chile junto al general Manuel Baquedano, muchas se quedaron cumpliendo las mismas labores, aunque con el título de “camaradas”.

La 4ta compañía de Carrera Pinto contaba con 3 de ellas (una embarazada) y un niño pequeño que, claramente, ayudaban a cuidar a los enfermos. Esperando refuerzos para dejar definitivamente el poblado de Concepción, aquel domingo 9 de julio alrededor de las 14:30 hrs fueron atacados por 300 soldados y 1.500 indígenas montoneros bajo las órdenes de Juan Gastó.

El desenlace de la contienda ya es conocido, todos los chilenos fueron muertos y, a pesar de solicitar rendición, los peruanos no la obtuvieron de parte de los 82 héroes de Concepción. Sí, 82 y no 77 como cuenta la historia tradicional, porque las mujeres e hijos también estuvieron en el combate cumpliendo diferentes labores, atendiendo a los heridos, recargando los fusiles con municiones y atendiendo a los enfermos. Incluso, ayudando a la embarazada a dar a luz entre balas y el fuego durante esa larga noche.

Tras 17 horas de lucha y una plaza cubierta con cuerpos ensangrentados y descuartizados, la única testigo del cruento episodio pasó desapercibida por los atacantes. Me refiero a nuestra bandera nacional que seguía flameando en la cúspide de la iglesia. Este humilde emblema que no fue arriada por el enemigo, fue hecho cuidadosamente por las mujeres de la compañía. Sus pequeñas y delicadas puntadas unen 3 trozos de tela y una estrella que forma un emblema de 55×38 cm. y que hoy se exhibe orgullosa y con mucho respeto en la Escuela Militar.

Cada 50 años, los corazones recuperados de Carrera Pinto, Cruz Martínez, Montt Salamanca y Pérez Canto, que se mantienen en una cripta especial dentro de la Catedral de Santiago, son retirados para verificar su estado y cambiar los químicos líquidos que los conservan inmaculados. Este solemne rito se realizó recientemente y, tras mucho tiempo, nuevamente se reúnen con esta bandera.

Quizás no sabremos nunca los nombres de aquellas valientes mujeres y niños, pero la bandera sí lo sabe, y es a través de ella que recordamos su presencia, dándole su lugar en cada conmemoración del Combate de Concepción y cada 27 noviembre cuando conmemoraremos el Día Nacional de la Cantinera, en homenaje de la participación de la mujer en la Guerra del Pacífico.

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