Trazos urbanos

Jardines de Versalles, majestuosidad y elegancia

Desde las grandes ventanas de la Galería de los Espejos del palacio, aparece en el horizonte un espectáculo que deslumbra por la precisión de sus líneas, formas y simetría: los Jardines de Versalles.

Al salir del palacio, dos estanques de agua con grandes esculturas en sus bordes –conocido como el Paterre de Agua-, dan paso al escenario de los jardines, un vasto paisaje, adornado de árboles, arbustos, flores y grandes esculturas, que van guiando al visitante a un viaje de placer y belleza inusitada por un espacio de 800 hectáreas de terreno, razón por la que es reconocido a nivel mundial como el ejemplo del gran jardín monárquico.

Y es que la precisión arquitectónica de cada uno de sus espacios –íntimos y envolventes-; son fruto de la obra de André Le Nôtre, el jardinero del rey, quien logró edificar un verdadero cuento de hadas, mágico y alucinante para los ojos del mundo.

Al bajar la escalinata principal, aparece imponente el Estanque de Latona, construido entre 1668 y 1670, que evoca un episodio de la metamorfosis de Ovidio: Latona y sus hijos Apolo y Diana son atormentados con bolas de barro por los caminantes licios, que rehúsan permitirles beber de su fuente. El trío apela a la ayuda de Zeus, quien convierte a los licios en ranas; donde cada figura está exquisitamente esculpida a escala humana y recubiertas con un color oro, que destella con los rayos del sol.

Desde ese lugar, se abre un abanico en el recorrido por estos jardines que invitan al visitante a perderse entre laberintos de frondosos árboles y arbustos, descubriendo en cada lugar un nuevo “jardín”, con esculturas y juegos de agua musicalizados, que rememoran la opulencia de los reinados desde Luis XIII a Luis XVI.

En ese caminar por distintos recovecos, se llega a la pileta central, el Estanque de Apolo, con el Dios Sol conduciendo su carro celeste con sus caballos que emergen desde el centro del estanque.

Desde ese punto, y pasando por los jardines del Petit Parc, se divisa el Gran Canal de Versalles. Con una longitud de 1.500 metros y 62 de ancho, es un gran lago que sirve para navegar y disfrutar de un paseo en bote para admirar la tranquilidad de los bosques que rodean este espejo de agua.

Fue en estos bosques donde se construyó el Gran Trianón, un palacete destinado al Rey Sol para que pudiera retirarse a descansar del ajetreo del palacio. También en esos lares se edificó el Pequeño Trianón, una estancia dedicada a María Antonieta, para que disfrutara con sus parientes y amigos más cercanos.

Según datos históricos, fue en 1670 cuando Le Nôtre decidió ampliar los jardines, incorporando 10 bosquetes. Es así que hacia los costados del eje central –desde el Estanque de Latona hasta el Gran Canal, uno descubre el bosque de Marais, el Teatro del Agua, Isla Real y Miroir d’Eau, Salle des Festins, el Bosquete de las Tres Fuentes, el Laberinto, el Bosquete del Arco de Triunfo, Renommée, Encélado y el Bosque de las Fuentes.

Con los años, los Jardines de Versalles fueron modificándose, ya sea remodelando los bosques y algunas fuentes de agua, trasladando esculturas a otros nuevos jardines creados para realzar la belleza del lugar, como el Parterre del Naranjal, diseñado por Jules Hardouin-Mansart.

A pesar de las remodelaciones de los jardines, sólo el tiempo ha sido el único testigo de la espectacularidad que irradia este espacio mágico, y que en 1979 fueron inscritos, junto al Palacio de Versalles, como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, por su importancia cultural durante los siglos XVII y XVIII.

Su belleza y majestuosidad que, actualmente, administra el Establecimiento Público del Palacio, Museo y Dominio Nacional de Versalles, bajo el auspicio del Ministerio de Cultura francés; es el ícono de la opulencia y elegancia de la monarquía francesa que pervive a través de los siglos.

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