Cerro Dragón: Dunas y Arenas del Desierto

Desde la primera vez que sentí la arena cálida recorrer mis pies, imaginé que estaba en otro mundo… otra dimensión.
Y es que esos pequeños gránulos, calentados por el sol, resucitan el placer de caminar y sentir la arena de aquella duna esculpida por el viento y cuya vida entraña una infinidad de historias por miles de años.
Ya sé en qué está pensando! Bueno, he aquí el punto de inflexión de este artículo.
Caminar por las dunas del Desierto Sahara es una experiencia casi tan igual como hacerlo en el Cerro Dragón de Iquique.
Ambas dunas están circunscritas a un desierto y son, por naturaleza, una reliquia geomorfológica.
Ambas son un sello de identidad territorial.
Para los bereberes, pueblo de tradición nómade del norte de África, el Sahara representa su hogar, la tierra que los vio nacer y donde bullen tradiciones y ritos milenarios.
Mientras que para los iquiqueños, el Cerro Dragón es un símbolo sempiterno de aquel “dragón que yace dormido”. Tal como lo describiera el gran escritor Patricio Riveros, en “El gallo que hizo dormir al día”… Mamertillo, el dragón sin fuego, cuyo cuerpo sin vida fue cubierto por la arena que soplaron los cetáceos, formando esa gran duna.
Aunque el relato invoca una ficción fascinante sobre este dragón dormido de 4 kilómetros de largo, lo cierto es que el 18 de abril de 2005 el Cerro Dragón fue declarado Monumento Nacional en la categoría de Santuario de la Naturaleza (Decreto 419, CMN), por su valor patrimonial y su importancia científica, cultural, natural y turística.
Sin embargo, aunque la expansión de edificaciones ha arrasado en parte con sus arenas; y a diario se desarrollan diversas prácticas deportivas y de esparcimiento, como fútbol, sandboard y jeepeo en los faldeos de esta gran duna, se requiere poner en acción un plan de manejo que no sólo proteja a esta reliquia geomorfológica, sino que además ponga en valor la identidad territorial iquiqueña.
Desde mi ventana; y a veces desde la ruta, observo aquel dragón dormido… y me lo imagino rodeado de arbustos y flora en sus bordes (para proteger el esparcimiento de la arena); con miradores con vista hacia el Pacífico y otros reductos arquitectónicos simples que permitan dar vida a esta gran duna… y al encuentro de la cultura iquiqueña.
Sí, a veces sueño… y desde el Sahara me conecto con la mágica duna del Cerro Dragón.
Pero, a pesar de la distancia, prefiero ensimismarme con mirar un atardecer en el Pacífico, desde la cálida arena de la duna. O quizás, ver despertar a Mamertillo, aquel dragón dormido que por miles de años ha vigilado y cuidado a la ciudad de Iquique y nuestros sueños.
Foto gentileza Sergio Dávalos