Trazos urbanos

Desierto del Sahara, el silencio sempiterno

Quizás nadie puede imaginar que el silencio es parte intrínseco de algún lugar.

Sin embargo, aquel espacio sin sonidos tanto en el día como en la noche, es lo que se experimenta en el Desierto del Sahara.

Conocido como el desierto cálido más grande del mundo, este arenal posee una superficie de 9.400.000 kilómetros cuadrados, que abarca todo el norte del continente africano, enmarcado por el Océano Atlántico y el Mar Rojo; y uniendo con un hilo mágico a países como Marruecos, República Árabe Saharaui Democrática, Argelia, Túnez, Mauritania, Mali, Níger, Libia, Chad, Sudán y Egipto.

Su gran extensión lo hace merecedor de una mezcla cultural única, que se diversifica con las tradiciones y costumbres de cada país que forma parte de éste.

Pero la verdadera magia cautivadora del Sahara, cuyo nombre en lengua árabe significa “el gran desierto”, está, vive y pervive en el silencio sempiterno que fluye de sus arenas y dunas por doquier.

Recorrer las entrañas de este territorio evoca una odisea de tiempos inmemorables, que requieren de las destrezas y habilidades de los hombres del desierto.

Durante el día, estos esquivan estoicamente el incandescente sol en la bóveda azul, elevándose la temperatura a tal nivel que obliga a un lento caminar, marcado por un aire caliente que ensordece el más mínimo respiro, provocando un silencio profundo.

Mientras que en la noche, aunque la temperatura desciende un poco, el cielo negro con miles de estrellas se deja caer sobre la tierra, provocando nuevamente un silencio abismante.

Y es que la magia que se vive en el Sahara, surge de la leyenda que me contaron en mi periplo por esas tierras.

“Y Dios estaba esperando que llegaran los hombres y quería que todo estuviese bien para cuando llegasen. Y se dio cuenta que faltaba la arena, entonces llamó al arcángel San Gabriel para que repartiese un gran saco por todo el mundo

Pero el diablo había estado escuchando lo que Dios le dijo al arcángel, y pinchó el saco y toda la arena cayó en el lugar en que iban a vivir los árabes y todo se convirtió en un desierto sin fin.

Dios se quedó preocupado, pensando en que sería muy triste la existencia de la gente en ese gran desierto. Entonces, decidió hacerles unos regalos para que su vida fuera más fácil.

Les regaló el turbante, porque de esa manera los coronaba como los “reyes del desierto”.

Pero pensó que eso era poco, así es que les regaló la “haymah”, que es la vivienda tradicional de los nómades del desierto.

Pero le pareció poco. Así es que decidió crear un animal que fuera el más resistente de toda la creación y que fuese capaz de cruzar las arenas del desierto como si fuera el viento. Así es que Dios creó al dromedario y se los regaló a los árabes.

Pero aún así, Dios pensó que eso era poco, porque los árabes no podían ser escultores, porque no se pueden hacer esculturas con arena, tampoco podían ser pintores, porque no se puede pintar con arena; ni arquitectos, porque no se puede construir con arena.

Así es que pensó en regalarles un arte… y les regaló la palabra, e hizo que fuera muy importante en el mundo árabe. En el Corán se dice que un hombre vale por su lengua y por su corazón.

Pero aún así, Dios pensó que eso era poco, porque la existencia de esta gente en el desierto sería durísima. Así es que decidió hacerles otro regalo. Tomó de sus joyas, los brillantes y los lanzó hacia el desierto. Y esos brillantes son las estrellas. Por eso se dice que las estrellas en el Sahara son tan bellas, porque son los brillantes de Dios.

Y es por ello que Dios les regalo las estrellas, para que siempre mirásemos al cielo y para que no viéramos el desierto que hay bajo nuestros pies”.

Así, este relato resume la magia del Sahara, un gran desierto que desde su origen ha cautivado al ser humano, no sólo por la belleza de su paisaje dunar, sino porque el silencio que rodea sus arenas obliga al alma a reencontrarse a sí misma, en un viaje que habiendo tenido un principio, no tiene fin; porque después de vivir la experiencia del Desierto del Sahara, nadie vuelve a ser la misma persona.

 

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